Una nueva primavera diplomática: India y China vuelven a estrechar lazos.
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Tras años de profundas tensiones, se vislumbra un cambio notable en el sur de Asia: India y China, dos superpotencias nucleares con una compleja región de influencia, retoman sus esfuerzos para lograr la desescalada. Un catalizador clave para este reinicio diplomático fue la reunión entre el primer ministro Narendra Modi y el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, en Nueva Delhi en agosto de 2025. Este encuentro representó la primera reunión de este nivel desde el violento incidente fronterizo en Ladakh en 2020, en el que perdieron la vida 20 soldados indios y cuatro chinos.
Posteriormente, Modi habló de un “progreso constante” en la mejora de las relaciones bilaterales e hizo hincapié en el “respeto mutuo y la sensibilidad hacia los intereses de cada uno”. El gobierno chino también declaró que ambos países emprenderían ahora una “senda de desarrollo estable”, lo que supone un claro rechazo a la retórica de años anteriores.
Las conversaciones se centraron en medidas de desescalada a lo largo de la frontera común. Wang Yi se reunió, entre otros, con el ministro de Asuntos Exteriores, S. Jaishankar, y el asesor de Seguridad Nacional, Ajit Doval, para tratar la demarcación fronteriza, la organización de patrullas y la retirada de tropas. El objetivo: un control más ordenado y pacífico de las zonas sensibles a lo largo de la frontera del Himalaya. Ambas partes también acordaron reanudar las conexiones aéreas directas, expedir visados para periodistas y reactivar el comercio y el intercambio cultural.
Esta evaluación se realiza en un contexto geopolítico marcado por la incertidumbre respecto a Estados Unidos. Las agresivas políticas comerciales de Trump —incluidos los aranceles a los productos indios— han minado la confianza y han impulsado a la India a reajustar su estrategia de política exterior. En consecuencia, existe ahora una mayor disposición a cooperar con China y a fortalecer foros multilaterales regionales como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y los BRICS.
Otra señal de la creciente cooperación es el acuerdo de apoyarse mutuamente en la organización de las cumbres de los BRICS: China ayudará a India como anfitriona en 2026, e India hará lo propio en 2027.
A pesar de los avances, los analistas recomiendan cautela: la relación dista mucho de estar exenta de problemas. Persiste la desconfianza mutua, sobre todo debido a los estrechos vínculos de China con la élite militar pakistaní. Los problemas fronterizos sin resolver, las frágiles estructuras de confianza y los intereses geopolíticos contrapuestos siguen representando un riesgo para una estabilización duradera.
Sin embargo, el progreso es palpable. Otro hito en la diplomacia: Modi visitará China por primera vez en siete años a finales de agosto, durante la cumbre de la OCS en Tianjin. Allí, sostendrá conversaciones específicas con el presidente Xi Jinping para continuar de forma visible y tangible el exitoso acercamiento.
Conclusión
El reciente relanzamiento diplomático entre India y China es más que un simple gesto: refleja cálculos estratégicos y una reorientación geopolítica. La reanudación del diálogo, el comercio y los mecanismos de diálogo crea las condiciones para la estabilidad en una región que se enfrenta a los riesgos de conflicto y a los cambios en el poder global. A pesar del escepticismo, este acercamiento podría fomentar la paz regional y la cooperación multipolar, siempre que ambas partes mantengan un rumbo sostenible y respetuoso.